Sicológico

lunes, noviembre 26, 2007



La mañana estaba gris y fría en el puerto mientras caminaba rumbo a esa tortura que hacen llamar "entrevista sicológica", paso supuestamente imprescindible dentro del proceso de selección de personal. Y estaba yo en ese proceso por un amigo que fue contactado por una amiga y yo como quien no quiere la cosa estaba ya metido en todo esto, con más dudas que certezas. Lo bueno del trabajo es que me quedaría a dos cuadras (sí, dos cuadras), mi cuenta corriente dejaría de sufrir lo que sufre hoy y trabajaría en la zona que conozco como la palma de mi mano. Lo malo, ciertos cuestionamientos que mi lado ético hippiento me recrimina, mas mi lado neoliberal celebra. Ya había pasado la primera etapa, en una entrevista en la empresa con tres féminas, que por esas cosas de la vida conozco (pero Alvaro, tanto tiempo, como te ha ido ¡¡¡) y ahora me tocaba el que generalmente ha sido mi karma: la entrevista sicológica.

En este tipo de entrevistas uno se siente pisando huevos, pensando en que cualquier palabra puede ser usada en contra de uno. Sin embargo, mi participación en un sinnúmero de procesos similares hace que mis respuesas ya estén un tanto estereotipadas y flexibles según las condiciones del medio, en espera de los clásicos test repetidos de siempre.

Un clásico de clásicos son las famosas manchas, esas en las que uno ve simplemente eso: manchas. Pero aplicando imaginación a nivel superlativo hay que encontrar figuras y formas de variado tipo. Con la experiencia acumulada uno ya sabe que es lo que NO tiene que ver: nadie matando ni violando a nadie. Así que queda la cosa restringido a animales, flores, insectos y gente bailando u otras cosas. Además, se sabe que hay que ver cosas en general y en particular ( la mancha en total me parece un insecto, pero esa punta de allá se parece a un castillo...........aló Moscú????) y uno sin saber si está hablando lo que tiene que decir un sicópata o un genio o un tipo simple.

Luego vienen los test de aptitud. Mi "favorito" son los dominós, esos en que hay que descubrir la secuencia lógica. Menos mal que mi entrenamiento en Sudoku ha hecho que empiece a descubrir patrones por todos lados. O esos de concentración, cuando te pasan una hoja llena de "p" o de "q" y hay que marcar en un círculo todas las "p" en 30 segundos. Facilito.

O esos con un cuadernillo con interminables preguntas capciosas, y uno sabe que buscan contradicciones y solo pienso en quién fue el ocioso que hace este tipo de preguntas. Te gusta estar con tu familia o practicar deportes extremos. Te gusta estar en una ciudad progresista o en una pequeña y tranquila ciudad. Te gusta estar con personas del sexo opuesto o ser esforzado en tu trabajo ( o sea, eres flojo o maricón, bonita la pregunta). También están las que te hacen dibujar algo (bonito me quedó el auto que dibujé, de preescolar el mono) o escribir una carta (¿?¿?).

Lo peor es sentarse frente a la sicológa a un inquisidor interrogatorio. ¿Por que siempre son sicólogas? , y ahí empieza el urgimiento frente a las preguntas, sintiendo como si el cardenal Medina te estuviera sermoneando brutalmente acusándote de pecador que te irás al infierno y te casarás con una dálmata y ambos arderán en el infierno no como él que se irá derechito al cielo junto con sus grotescos anillos de oro y su puta caridad cristiana. ¿Cómo crees que estarás en 5 años?, demonios, no sé que haré en dos horas más y me piden que sepa a largo plazo.¿Cuales son tus fortalezas y debilidades? y empieza el show de términos y descripciones sin sentido tratando de quedar como perfecto pero no tanto para que no se den cuenta de que miento y debilidades si pero no tanto, lo normalito nomás, cosa de no quedar como el forro, oaunque la sicóloga escribe y escribe en su laptop y quizás escribe cosas como "pobre weón" o "esquizofrénico nerd desvariando dándoselas de elemento positivo para la sociedad".

Y uno sale y en la calle no sabe que pensar. Si te fue bien o mal. Todo en manos de una sicóloga que no volverás a ver nunca más.

Animita

viernes, noviembre 16, 2007

Escribo esto con un extraño dolor de cabeza, que involucra solo una parte del cerebro y un ojo. Lo que más me molesta es el ojo, como que ando tuerto esta mañana por su culpa . Eso debió influir en que me pasara de largo hoy frente al desvío al que tenía que entrar, pero no es culpa mía de que la carretera cambie a diario. Todos los días que paso por la carretera hay algún desvío nuevo, alguna parada donde antes no había nada y tipos con banderitas haciendo señas. Si hasta un semáforo colocaron en medio de la carretera. Y está todo lleno de discos pare, ceda el paso, flechas y muchas flechas y reflactantes que llegan a marear y uno no sabe si está en la calzada correspondiente o puede que termine de frente contra un camión.

En este último caso terminaría convertido en animita, cosa que no deseo en lo absoluto. Todas las animitas que estaban a orillas de la carretera han sido cuidadosamente cambiadas de ubicación debido al reclamo de las personas frente al hecho de que las máquinas pasaban por su lado y el asfalto y las plazas de peajes las reemplazarían. Hasta un cura supervisó estas labores, dado el malestar de la gente que, además de ser expropaidas, iban a perder sus animitas.

Estos pequeños templos ubicados en las orillas de los caminos recuerdan algún trágico accidente, alguna familia muerta en cosa de segundos, un asesinado por míseras monedas, alguna cabeza que rodó hasta golpear la puerta de su casa. Espontáneamente la gente levanta una animita, prende velas y se encomienda.

Las pasadas fiestas patrias visitaba a una amiga cuando cerca de su casa observé unas velas a la orilla de la acera: solo unas horas antes, un camión sin frenos arrasó todo a su paso, aplastando a una familia dentro de un auto. Los vecinos de inmediato, cuando carabineros aún pesquisaba el lugar, oraba por las almas de los difuntos.

Mi padre siempre me recuerda que en sus años universitarios - upelientos realizó un trabajo sobre las historias detrás de las animitas y a veces me las contaba, cual de todas mas trágica y sangrienta. Dicen, dicen, que las animitas siempre deben ver el camino, o si no.........

Hace algunos años ya por razones un poco largas de explicar tuve que acompañar a un camión rumbo a La Serena. El chofer del camión era un veinteañero flaco y moreno que respondía al extraño nombre de Marcus, fumador y buena tela. Pero como siempre debe suceder algo, cuando en plena madrugada (3 o 4 am?) el camión se sacudió y ahí quedó. Divisé a lo lejos, medio somnoliento, una plaza de peaje iluminada.

-Marcus, vamos para allá, tienen la obligación de ayudarnos.

-Ok, espero que tengan X repuesto.

La buena noticia era que nos ayudarían, la mala, que habría que esperar un par de horas. Optamos por dormir un rato, hacía frío y el camión no poseía ninguna comodidad. Cerré los ojos y solo recuerdo un extraño sueño: caminaba por un pueblo, caminaba y caminaba apurado, sentía algo que me perseguía. Llegaba hasta que la acera se transformaba en un sendero oscuro, no quería entrar pero no me quedaba otra, caminaba y caminaba hasta que corría y corría hasta que una sombra detrás mío me pega una puñalada por la espalda.....

-¡¡¡ aloooo, despierten ¡¡¡

Era el tipo que nos ayudaría. Despierto sobresaltado. Marcus está pálido.

- Que bueno que nos ayudan - dije- lo poco que dormí fue horrible, tuve una pesadilla.

-Yo igual- me dijo Marcus- y ahora sé por qué.

Marcus soñó que iba en el camión con su abuela fallecida y Bugs Bunny, se le cortaban los frenos y caía por un barranco. Bugs Bunny extrañamente solo sonreía.

- Nunca -me dijo él- nunca hay que taparle la vista a una animita, no les gusta a los espírutus ser molestados.

Mientras me decía esto, noté que Marcus se había estacionado justamente sobre una animita.

Arreglado el desperfecto, partimos raudos y sin mirar atrás.

jaloguin 2008

jueves, noviembre 01, 2007

Me asusté un poco al ver a una niña disfrazada de calabaza rondando cerca de mi casa, no por el disfraz, sino por el hecho de que podía verme enfrentado luego a una horda de niños sobre estimulados de azúcar exigiendo golosinas que yo no tendría. Pensaba adelantarme contándole a la niña que los dulces le iban a provocar horrorosas caries que desembocarían en una horrorosa visita a un terrorífico dentista, en una silla llena de instrumentos de tortura. O mejor buscaría a alguno de sus progenitores para contarle lo que le saldría el tratamiento, cosa que lo llenaría de profundo horror. Pero menos mal que mi casa está un tanto escondida y es seguro que no pasan, así me salvo de actuar como ogro y darles un portazo en sus narices gruñendo que su gringa fiestecita me importa un carajo.

Aunque debo cuidar mis palabras. Un grupo de niños repletos de estímulos pueden ser bastante peligrosos, es cosa de recordar lo cruel y diabólico que podía llegar a actuar uno cuando pequeño. Cuantos bicharracos torturados, cuantas lagartijas desmembradas, cuantas burlas dadas y soportadas. Y una noche los niños se toman las calles exigiendo su dulce droga so pena de sufrir los castigos del infierno. Dado que los amorosos niños actuales tienen grandes dosis de violencia y sexo cotidiano, incluyendo bulliyng y fellatios públicos, creo que es mejor tener ciertas precauciones, o podemos terminar inmersos en una espectacular fiesta infantil con Karen-O como hada madrina gore (ver aquí).

Para los más grandecitos es una excusa para parrandear otro día más, o visitar a sus seres queridos en los cementerios, todos al mismo tiempo cosa de demorarse harto, morirse de calor y reclamar hasta por los codos. Mis alumnos me comentaron que ellos pasarían esa noche parrandeando. Cuéntense una de vaqueros, les dije yo. Los miro y pareciese que para ellos la vida es fácil. Veo que muchos de ellos solo quieren un cartoncito que diga que tienen una profesión para que su familia esté orgullosa algunos minutos y luego a trabajar con el papito, debe ser por eso lo apáticos y desidiosos que son, y por eso también el bajo nivel de esta institución que forja supuestos profesionales que se estresan a la mínima presión: “pero que esta no es la U donde estudió ud. poh profe” me dicen y no puedo creer comentario tan mediocre. Pero bueno, es lo que hay y habrá que trabajar, un día a la semana, con ellos.

La clase que dicto con más ganas es la que hago más tarde, a gente adulta que trabaja todo el día y va en la noche a estudiar y obtener un cartón de técnico que sí les significará un reconocimiento y mayores perspectivas laborales.

Al principio pensé que ellos serían los más duros de entendimiento pero ha sido todo lo contrario, más con el ramo que dicto que podría ser considerado en mi universo profesional sumamente “hippie” e “inútil”, y yo definitivamente no soy hippie (aunque muchos me dicen que si tengo algo de alma hippie, yo les digo que es alma punketa), han recibido teorías, principios y ejemplos con gran interés. En la clase hay harta discusión y comentarios atinados, lo cual me agrada bastante por que enriquece bastante el tema. Les hice una prueba más menos complicada y comentaron que era “una prueba para pensar”, no como los futuros ingenieros que casi se ponen a llorar por estar dos horas contestando algunas simples preguntas. Y lo que más me gusta de ese ramo es que casi se puede hablar de cualquier cosa, muchas veces me desvío completamente del tema y termino hablando de política, de historia, de economía, de ecología y de la vida misma.

O sea, hasta en el trabajo desvarío.