Los cielos están oscuramente amenazantes de lluvia y aún me queda una hora de espera para tomar el bus que me alejará de la capital y me llevará a mi hogar. Hace frío, la gente está abrigada, incluyendo a la pareja de gringos que revolotea y pareciera que no saben para donde van ni de donde vienen ni que bus tomar. Cerca del kiosko a la salida del terminal una delgada mujer oriental trata de sacar la voz entre los sonidos de los vehículos y de la gente ofreciendo sus arrollados primavera a $100 cada uno. Me dan ganas de comprar uno, más por compasión que por hambre, pero un problema estomacal durante un viaje de dos horas en bus es algo de lo cual prefiero abstenerme.
La voz de la delgada mujer apenas se deja oir entre la gente que pasa ignorándola por completo. Los arrollados en cuestión valen la mitad de donde ocacionalmente compro, que es donde Poh. Poh no se llama así pero así se llama su pequeño local donde vende para llevar comida oriental vegetariana. Poh y la señora Poh atiende este sucucho que se llena por completo a la hora de almuerzo debido a lo abundante, sano y barato que son sus colaciones, llenas de verduras al vapor, budines, carne de soya y otras cosas de difícil descripción pero de delicioso sabor. Me parece hasta sospechoso que sean tan baratas las colaciones, con tantas cosas que deben ser de laboriosa preparación. Me imagino a Poh y a la señora Poh de madrugada haciendo esas masas, esas pastas de repollo, esas coliflores fritas mientras escuchan música coreana, por que resulta que Poh y su señora no son chinos sino coreanos pero todos creen que son chinos o de cualquier lugar donde los ojos rasgados sean comunes, aunque a Poh la gente le dice Ismael por razones que desconozco por completo.
Me imagino a la delgada mujer oriental saliendo de Santiago e instalando algún local, pequeño como el de Poh, en algúna pequeña ciudad y teniendo éxito, terminando con un gran restaurant lleno de dragones y lámparas de papel. Pero peco de inocente, me digo, por que la delgada mujer oriental no debe trabajar sola, debe trabajar para alguien, como el otro señor oriental que entra donde Poh con un maletín y sale sonriente minutos después con el mismo maletín , seguramente mas pesado de lo que llegó.
La figura de la delgada mujer ya casi no se ve entre el gentío. Su voz no se siente en lo absoluto, por que ya estoy lejos, pendiente de los buses que arriban y parten sin parar. Me repito, como otras tantas veces, lo pobre y mal que se come en nuestro país, teniendo tantas delicias y tantas formas de prepararlas, muchos siguen considerando una hamburguesa plástica o un pollo con papas fritas como el placer culinario máximo. Pero ése es ya otro post, en otro momento.
Ya está oscuro, debo regresar a mi hogar y mañana nuevamente a laborar, pensando en que llegue rápido el sábado para poder ver a Holden y escuchar la maravillosa voz de Armelle. Estoy cansado y sin apetito, sin apetito para un arrollado primavera. El cielo sigue ahí, oscuro y amenazante de necesaria lluvia.
La voz de la delgada mujer apenas se deja oir entre la gente que pasa ignorándola por completo. Los arrollados en cuestión valen la mitad de donde ocacionalmente compro, que es donde Poh. Poh no se llama así pero así se llama su pequeño local donde vende para llevar comida oriental vegetariana. Poh y la señora Poh atiende este sucucho que se llena por completo a la hora de almuerzo debido a lo abundante, sano y barato que son sus colaciones, llenas de verduras al vapor, budines, carne de soya y otras cosas de difícil descripción pero de delicioso sabor. Me parece hasta sospechoso que sean tan baratas las colaciones, con tantas cosas que deben ser de laboriosa preparación. Me imagino a Poh y a la señora Poh de madrugada haciendo esas masas, esas pastas de repollo, esas coliflores fritas mientras escuchan música coreana, por que resulta que Poh y su señora no son chinos sino coreanos pero todos creen que son chinos o de cualquier lugar donde los ojos rasgados sean comunes, aunque a Poh la gente le dice Ismael por razones que desconozco por completo.
Me imagino a la delgada mujer oriental saliendo de Santiago e instalando algún local, pequeño como el de Poh, en algúna pequeña ciudad y teniendo éxito, terminando con un gran restaurant lleno de dragones y lámparas de papel. Pero peco de inocente, me digo, por que la delgada mujer oriental no debe trabajar sola, debe trabajar para alguien, como el otro señor oriental que entra donde Poh con un maletín y sale sonriente minutos después con el mismo maletín , seguramente mas pesado de lo que llegó.
La figura de la delgada mujer ya casi no se ve entre el gentío. Su voz no se siente en lo absoluto, por que ya estoy lejos, pendiente de los buses que arriban y parten sin parar. Me repito, como otras tantas veces, lo pobre y mal que se come en nuestro país, teniendo tantas delicias y tantas formas de prepararlas, muchos siguen considerando una hamburguesa plástica o un pollo con papas fritas como el placer culinario máximo. Pero ése es ya otro post, en otro momento.
Ya está oscuro, debo regresar a mi hogar y mañana nuevamente a laborar, pensando en que llegue rápido el sábado para poder ver a Holden y escuchar la maravillosa voz de Armelle. Estoy cansado y sin apetito, sin apetito para un arrollado primavera. El cielo sigue ahí, oscuro y amenazante de necesaria lluvia.