La lectura de cualquier volumen de Papelucho lo relaciono de forma inmediata con la amigdalitis y los desfiles. Todos los años me daba amigdalitis en mayo, lo cual permitía saltarme la lata de desfilar frente a los olvidables autoridades comunales, medio muerto de frío y al son de alguna marcha militar con menos ritmo que un microondas. Así que mis inflamaciones invernales me permitían refugiarme entre las sábanas y leer todo lo que cayera en mis manos, generalemente Papeluchos.
Estos libritos delgados me permitían viajar e imaginar una serie de aventuras a través de un paisaje medianamente conocido, con personajes que podía encontrar en la calle y calles que alguna vez recorrí, con comidas , colores y olores reconocibles. Que magos adolescentes ni nada, el poder de imaginación de Papelucho ( unido al mío ) eran lo suficientemente poderosos como para entretenerme en las frías tardes de mayo y hacerme soñar con múltiples aventuras en mi propia casa. Sólo necesitaba mi imaginación y una mirada de niño para hacer emocionante cualquier tipo de actividad, por banal que esta fuera.
Mis favoritos eran Papelucho Detective y Papelucho Perdido.Ambos tenían un cierto dejo de tristeza. El mundo donde se movía Papelucho era un mundo en muchos aspectos diferentes al de nuestros días : nos muestra un país pobre sin ninguna aspiración de ser nada, un país plano con barrios marginales provenientes del éxodo rural y con una marcada estratificación de clases, donde se paseaban carretones con frutas por las calles y las posibilidades de realizar viajes eran, para muchos, mínimas. Sin embargo, nuestro amigo literario rompía todas esas barreras y tabúes y era amigable con todos sin fijarse mucho en donde vivían ni en lo que hacían, sólo le importaba el hecho de que podía jugar y tener aventuras y experiencias por doquier.
Mirando a la distancia puede que el mundo de Papelucho aún subsista entre nosotros, y que muchos de los cambios que nos separan de él sean solo cosméticos. Pero creo que la existencia de un niño como Papelucho se hace casi imposible. Niños como él están en serio peligro de extinción. Deben quedar algunos en lugares recónditos de nuestra loca geografía, diezmados por la televisión, el sistema educacional y otras cosas que nos invaden a diario, aún jugando con su pura imaginación, solo queriendo viajar, conocer personas y tener todas las aventuras posibles.
Vivir todos los días al máximo, con una mirada transparente, inocente, desprejuiciada. Cuanta falta nos hace ver la vida así cuando dejamos de ser un Papelucho cualquiera.
Estos libritos delgados me permitían viajar e imaginar una serie de aventuras a través de un paisaje medianamente conocido, con personajes que podía encontrar en la calle y calles que alguna vez recorrí, con comidas , colores y olores reconocibles. Que magos adolescentes ni nada, el poder de imaginación de Papelucho ( unido al mío ) eran lo suficientemente poderosos como para entretenerme en las frías tardes de mayo y hacerme soñar con múltiples aventuras en mi propia casa. Sólo necesitaba mi imaginación y una mirada de niño para hacer emocionante cualquier tipo de actividad, por banal que esta fuera.
Mis favoritos eran Papelucho Detective y Papelucho Perdido.Ambos tenían un cierto dejo de tristeza. El mundo donde se movía Papelucho era un mundo en muchos aspectos diferentes al de nuestros días : nos muestra un país pobre sin ninguna aspiración de ser nada, un país plano con barrios marginales provenientes del éxodo rural y con una marcada estratificación de clases, donde se paseaban carretones con frutas por las calles y las posibilidades de realizar viajes eran, para muchos, mínimas. Sin embargo, nuestro amigo literario rompía todas esas barreras y tabúes y era amigable con todos sin fijarse mucho en donde vivían ni en lo que hacían, sólo le importaba el hecho de que podía jugar y tener aventuras y experiencias por doquier.
Mirando a la distancia puede que el mundo de Papelucho aún subsista entre nosotros, y que muchos de los cambios que nos separan de él sean solo cosméticos. Pero creo que la existencia de un niño como Papelucho se hace casi imposible. Niños como él están en serio peligro de extinción. Deben quedar algunos en lugares recónditos de nuestra loca geografía, diezmados por la televisión, el sistema educacional y otras cosas que nos invaden a diario, aún jugando con su pura imaginación, solo queriendo viajar, conocer personas y tener todas las aventuras posibles.
Vivir todos los días al máximo, con una mirada transparente, inocente, desprejuiciada. Cuanta falta nos hace ver la vida así cuando dejamos de ser un Papelucho cualquiera.