Ayer, un tanto adormecido por la trasnochada del día anterior y por el concho de licor de níspero que me había tomado, esperaba que dieran el recital de Goran Bregovic por TVN, programado a la insólita hora de 01 am. La semana pasada había sido uno de entre la masa de gente que saltó y trató de corear algo en la jerigonza que resulta para nosotros los idiomas balcánicos, disfrutando del grato y relajado ambiente y pensando que hacía 24 horas había cambiado definitivamente de folio y ya podían llamarme treintón con fuertes fundamentos los cuales ya no podría rebatir. Demonios, sigo sintiéndome un “adolescente mayor” como me gusta definirme, soltero sin hijos y pensando pendejadas todo el día y sinceramente con cero motivación de formar familia. Sé lo que dicen, “soltero maduro maricón seguro”, cosa que no me ofende dado que es sólo una información errada pero la presión por comportarse como un adulto de 30 se hace sentir a veces y no dejo de pensar cuantas personas adoptan los compromisos propios de la adultez sin pensarlo mucho y se casan y tienen hijos y luego se dan cuenta que no querían nada de eso o lo querían de otra forma pero ya es tarde retroceder sin dejar heridos en el camino.
Los bronces resuenan sobre el escenario y las voces de las búlgaras del coro con sus camisas bordadas y sus flores en la cabeza llenan la noche. Lo ideal hubiera sido haber escuchado esto mismo en Cartagena, con los pies en la arena y un melón con vino en la mano, cosa que no pude hacer por razones logísticas, llámese mandarme el pique en auto hasta allá y regresar luego y quien me quiere acompañar y si manejo no puedo lo del melón con vino por que definitivamente más atados con los carabineros no quiero. Así que me conformé con el recital en el Parque Araucano, que es mismo que el de Cartagena pero menos popular, definitivamente ahí el melón con vino desentonaba completamente.
Pensé en mis padres. A esa misma hora ellos estaban en el Festival del Huaso escuchando a los músicos del Cinzano. Raro que estén los músicos del Cinzano en el mismo escenario donde horas antes habían estado los Quincheros, tipos a los que culpo directamente de que generaciones de personas odien el folcklore en todas sus formas, imposible no odiar sus tonaditas patronales cargadas de cursilerías, esa parada de dueño de fundo que aún llora lo que le expropiaron hace casi 40 años atrás. Que facho eso del “patito chiquito”, que aburrimiento más grande, definitivamente me quedo con los viejitos del Cinzano con sus sonidos porteños.
Antenoche pasé por fuera del Cinzano, pero estaba repleto, mucho turista engrupido lo invade en estas fechas, no queda otra que mandarse su pitcher de Kunstmann en El Picante, donde resuenan lejanos bronces provenientes de los Balcanes…..¿o los Balcandes?