Sombras y vacío

"Murió" me dijo mi madre. Apenas había abierto el dominical diario y recién me estaba acomodándo en mi sillón favorito. Ahí me quedé un momento, inmóvil y silencioso. No experimenté tristeza, tampoco alegría, sino mas bien una sensación de alivio pero al mismo tiempo de vacío. Como si me hubiesen quitado un peso de encima, como si una sombra se hubiera corrido, como una carga que había llevado por ya demasiado tiempo. También pensé en lo extraño que sería vivir de ahora en adelante sin la sombra del vetusto dictador.

Es como si uno cargase con la sombra de su dictadura a cuestas. Nacido bajo su régimen, gris infancia bajo educación católica - franquista, pronto uno se daba cuenta que había cosas que no era bueno cuestionarse ni preguntar, menos tener opinión. Castración mental para tener pensamiento ad hoc al régimen y sus gorilescos esbirros. Autoritarismo, verticalidad, seguir incondicionalmente al líder sin chistar mientras algunos profesores descaradamente trataban de influir en mi infantil mente. Pero bien sabía que todo eso era mentira, mi familia lo sabía y siempre me hablaban de libertad y democracia. Sabía que las detenciones arbitrarias, la tortura, las desapariciones y la represión existían, eran una realidad presente, diaria, aún en esta pequeña ciudad. Adolescencia en frágil democracia, con boinazo y enlace incluido, con rabia y dientes apretados escuchar a muchos que nunca hubo desaparecidos, que no hubo golpe sino pronunciamiento y que si hubo muertos por algo fue, hasta que estos comentarios se fueron acallando por el propio peso de la realidad, quedando reducido a murmullos de fanáticos.

Todo esto deja marcas que no siempre son fáciles de borrar. Pinochet ha sido parte de nuestra vida, para bien o para mal, especialmente los que nacimos y nos criamos bajo su régimen totalitario. Su oscuro legado en derechos humanos y libertades civiles aún está presente, sus cómplices, represores y torturadores caminan al lado nuestro inpunemente. Otros, estratégicamente se acercan o se alejan de su figura según la marea política. Otros, derechamente se saca su careta y muestran sus dientes a la cámara.

Y por eso era el vacío. 28 años de vida tengo y 28 años la figura de Pinochet a gravitado de alguna manera sobre mi. 28 largos años. Ya no está el general, pero su sombra se proyecta oscura y larga sobre la memoria, las mentes y el corazón de muchos.